LA ENTREVISTA: ANTONIO GARAMENDI LECANDA, PRESIDENTE DE CONFEMETAL

Antonio Catalán Gamboa,

LA ENTREVISTA: ANTONIO GARAMENDI LECANDA, PRESIDENTE DE CONFEMETAL


 

“La actividad empresarial necesita estabilidad y previsibilidad, justo lo que nos está faltando en estos últimos meses”

Con motivo de la celebración del Foro Industrial FEDEME y la participación en esta segunda edición del actual presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales del Metal, Confemetal; de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa, Cepyme y vicepresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, CEOE; FEDEME ha entrevistado en esta ocasión a Antonio Garamendi Lecanda para hablar sobre los retos a los que se enfrenta la industria en España, el momento político y económico actual y el papel en todo este contexto de las organizaciones empresariales, entre otros muchos temas.

Nacido en Getxo (Vizkaya), Antonio Garamendi es licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y posee una larga trayectoria vinculada al mundo de la empresa a través de negocios familiares, proyectos iniciados por él mismo y presencia en los Consejos de Administración y Consejos Asesores de grandes empresas a lo largo de su carrera, como: Red Eléctrica de España, Alta Gestión, Sodexho, Bankoa, Babcock & Wilcox Española, Albura, entre otras.

En la actualidad, su actividad empresarial privada se centra en los sectores del metal, construcción, inmobiliario, seguros y hostelería, participando como accionista o consejero en distintas empresas.

Su vinculación a las organizaciones empresariales comenzó desde muy joven, lo que le llevó a ser el presidente fundador de la Asociación de Jóvenes Empresarios del País Vasco; más tarde, presidente de la Confederación Española de Jóvenes Empresarios, y finalmente presidente de la Confederación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios.

En el ámbito territorial, ha sido miembro de la Junta Directiva de la Confederación Empresarial de Vizcaya. Y en la actualidad, además de los cargos más representativos que desempeña, es vocal de la Fundación Formetal, de la Comisión Ejecutiva del Metal de Vizcaya y de la Cámara de Comercio de Vizcaya y del Instituto de Estudios Económicos.

¿Cuál es a su juicio el gran reto al que se enfrenta la industria en España para recuperar el terreno perdido desde la crisis?

Después de años de ajustes muy duros, los dos últimos ejercicios y lo que llevamos de este de 2016 pueden calificarse como positivos, pero todavía estamos lejos de los niveles de actividad y empleo precrisis y, sobre todo, de hacer efectivas las potencialidades de  los distintos segmentos de actividad.

Para ello es necesario seguir mejorando los márgenes operativos y las rentabilidades económicas y financieras de las empresas e ir adecuando los niveles de endeudamiento a esa mejora de resultados.

Tenemos que superar algunos de los problemas derivados de los desequilibrios previos a la crisis que todavía sufrimos, patrón de crecimiento, demanda interna, endeudamiento, productividad y competitividad y para ello es imprescindible seguir con el proceso de reformas iniciado, para que revierta esa situación y quitar el miedo a la inversión generado en los últimos años.

Es necesario reducir el exceso de regulación y cargas administrativas, mejorar las condiciones de contratación y el acceso a la financiación, elevar la cualificación de los trabajadores y apostar por la innovación y la internacionalización.

Aunque queda mucho por avanzar, empiezan a vislumbrarse señales de recuperación dentro del sector industrial. Un ejemplo claro es la evolución de la producción del metal donde se ha registrado un crecimiento del 5,8% en 2015, frente al 2% de 2014 y el -0,8% de 2013. ¿Se puede hablar de recuperación en el metal?

En los meses de 2016 de los que tenemos datos consolidados, el crecimiento de la actividad del Metal ha registrado una media del 7 por ciento, la cifra de negocio avanza un 3,8 por ciento y la entrada de pedidos un 3,3 por ciento.

Esas son cifras que hablan de una recuperación objetiva pero, como decía antes,  venimos  de épocas en las que la actividad, la facturación y los niveles de empleo eran más altos y es legítimo querer recuperarlos.  Espero que pueda conseguirse pronto y de modo más firme y  estable.

También es cierto que esa recuperación que es evidente a nivel macroeconómico no ha llegado todavía a todo el tejido productivo y que se consiga será también un signo de que la recuperación se ha conseguido.

Según el FMI, no existe un impacto negativo en la economía española por la incertidumbre política derivada de la ausencia de Gobierno, incluso prevén elevar sus previsiones de crecimiento para 2016. ¿Está de acuerdo con esta observación? ¿Cree que la celebración de unas posibles terceras elecciones en un año no tendría ningún  impacto sobre nuestra economía?

Objetivamente crecemos por encima de la mayoría de los países de la Unión Europea y la OCDE, pero eso no significa que la incertidumbre política no esté teniendo efectos negativos sobre la actividad económica.

Cabe preguntarse qué podría pasar con un Gobierno respaldado por una  mayoría parlamentaria estable que llevase adelante las reformas pendientes que los empresarios seguimos demandando para cumplir con nuestra labor de crear riqueza y empleo. La respuesta es evidente: nos iría mucho mejor.  

La incertidumbre está retrasando, o directamente abortando, proyectos de inversión. Crea desconfianza y la actividad empresarial necesita estabilidad y previsibilidad, justo lo que nos está faltando en estos últimos meses de, por decirlo de un modo suave, indefinición política.

En realidad, las terceras elecciones, si se producen finalmente, serán buenas o malas en función de los resultados que se arrojen y que quizá no hagan variar mucho la actual composición del Parlamento.

Lo que sí tendría un impacto positivo en nuestra economía  es que los políticos hicieran el ejercicio de responsabilidad que la mayoría de la sociedad les demanda para acabar con esta situación que, sin duda, está limitando nuestro crecimiento y lo dificultará más a medida que pase el tiempo .

En todo este panorama político y económico, ¿en qué situación se encuentra la pequeña y mediana empresa en nuestro país?

Las pequeñas y medianas empresas  han visto como mejoran las grandes cifras y van recuperando gradualmente sus ventas y su márgenes, pero su rentabilidad sobre recursos propios todavía está lejos de la que se registraba antes de la crisis, cuyo verdadero fin no se producirá hasta que las pymes se incorporen a la recuperación, con el saneamiento de sus balances, el incremento sostenido de actividad y la creación de puestos de trabajo.

Las pymes, son el motor de la economía española, y necesitan mejor acceso a la financiación, reducir la morosidad que sufren, avanzar en digitalización, innovación y formación, apostar por la internacionalización, menos trabas normativas o regulatorias y flexibilidad en todos los ámbitos, incluyendo el laboral con un marco adaptado a las nuevas relaciones económicas que incentive la creación de empleo y la contratación.

En síntesis, las pymes necesitan para mantener el crecimiento o incorporarse a él  un marco global favorable, predecible y estable que permita invertir, innovar, generar actividad y crear empleo.

¿Qué papel están llamadas a jugar las organizaciones empresariales ante el objetivo  de potenciar la reindustrialización en España?

En una economía cada vez más globalizada, más competitiva y más exigente, hay muchos factores relevantes para la actividad empresarial en los que la capacidad de los      empresarios de influir individualmente es muy reducida o sencillamente inexistente.  Eso es especialmente válido para la actividad industrial, sometida a mayor  competencia que cualquier otro sector económico  y con una regulación brutal, sobre todo en los países occidentales. 

Eso implica numerosas cuestiones fiscales, energéticas, laborales, de formación, medioambientales, financieras, de homologación, de infraestructuras, de internacionalización, inmanejables para la empresa individualmente, en las que las organizaciones empresariales deben ejercer su capacidad de influir, prestar su ayuda y sus servicios a las empresas que, obviamente, cuanto menor es su tamaño, más apoyo necesitan.

 

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