Después de meses luchando contra el COVID-19, el bombardeo de noticias y recomendaciones sobre la lucha contra el maldito virus que nos ha puesto a la mayoría de españoles en modo catástrofe, mascarilla, distancia social y ventilación, se ponen en valor las normas que desde hace años sobre esto último, la VENTILACIÓN, nos afecta.
Desde 2006 el Código Técnico de la Edificación (CTE) aclara, y se está cumpliendo en la vivienda nueva, la necesidad de la ventilación, dando las pautas de modos de hacerlo y caudales necesarios; pero en los locales de pública concurrencia que se rigen por el Reglamento de Instalaciones Térmicas de los Edificios (RITE) en vigor, poco se cumple (apenas en el 20% de los casos); el resto: comercios, cines, grandes superficies, consultas médicas y hospitales públicos o privados, juzgados, bares, restaurantes, colegios, universidades, etc., siguen despreciando la necesidad de intentar y en parte conseguir que los espacios interiores se parezcan en lo posible a los exteriores.
Desde mi posición de observador veo que se intenta su cumplimiento, pero razones económicas, tanto en la instalación como en consumo energético, que esa es otra, cumplir con la introducción de aire exterior se contrapone con el ahorro energético, y más cuando se pretende acabar con las centrales nucleares y de carbón.
El RITE, en vigor desde el 20 de julio de 2007, aclara los volúmenes de aire exterior que hay que introducir, filtrado y tratado térmicamente en un local de pública concurrencia, para una adecuada calidad del aire interior. En otro caso llegaríamos a encontrarnos con lo que se conoce como “síndrome del edificio enfermo”, con las consecuencias más comunes de cefaleas, alergias, fatigas, alteraciones del gusto y del olfato, estrés laboral, etc. La Organización Mundial de la Salud estima que este síndrome afecta al 30% de los edificios modernos y alrededor del 20% de sus ocupantes.
El pretender resolver el problema con filtrar el aire de un local cerrado de pública concurrencia para eliminar virus y bacterias es un grave error, ello sería suficiente en una vivienda; la ventilación, bien de forma natural abriendo puertas y ventanas o mecánicamente -aplicando el RITE- es lo único que nos puede garantizar la calidad del aire (teniendo en cuenta que el ser humano respira aproximadamente 22 veces cada minuto aire que contiene oxígeno, y expele dióxido de carbono, es decir veneno, el solo filtrar es solo un plus añadido a la calidad del aire).
Partiendo de que la ventilación natural es “incómoda” en cuanto la temperatura se desvíe de lo considerado ideal (22oC en invierno y 24 en verano), es necesario su tratamiento, que dependerá de la calidad del aire que deseemos obtener:
Óptima calidad caudal 72 m3 persona/hora: hospitales, laboratorios, consultas médicas, guarderías.
Buena calidad caudal 45 m3 persona/hora: oficinas, residencias de ancianos y estudiantes, salas de lectura, colegios, piscinas cubiertas y asimilables.
Calidad mínima caudal 30 m3 persona/hora: resto de locales cerrados, cines, salones de actos, edificios comerciales, restaurantes, cafeterías, salas de fiestas, gimnasios, salas de ordenadores, etc.
En todo caso, debe entenderse aire filtrado y en la calidad óptima una humedad relativa entre el 40 y 60%.
Desde la promulgación del Real Decreto Ley 21/2020 de 9 de junio de medidas urgente de prevención, contención y coordinación para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, los colegios se han considerado como un importante foco de trasmisión. No obstante, las autoridades sanitarias, al ser imposible la implementación de las normas existentes de aumentar el suministro a las aulas de aire filtrado y atemperado que completen la calefacción por radiadores -donde existan, en Andalucía no siempre- ya que se considera que en ciertas zonas no es necesaria la calefacción, craso error, se han contentado con abrir intermitentemente las ventanas.
En la actualidad, las autoridades sanitarias aconsejan: formar grupos de 20 personas, máximo en los centros educativos de infantil y primaria. En las aulas de infantil los alumnos no usan mascarillas y tanto en infantil como en primaria suelen tener un contacto muy estrecho entre ellos, por lo que es necesario un mayor suministro de aire tratado del exterior. Si las condiciones meteorológicas lo permiten se vuelve a recurrir a la siempre solución de ventanas abiertas. Para la ESO, bachillerato, FP y universidad la situación es más controlable, y similar en su solución al resto de locales cerrados, donde se puede determinar la calidad del aire midiendo la concentración de CO2 que aumenta por la respiración de las personas y por tanto la concentración de cualquier virus.
Los momentos actuales no son los más propicios para exigir el cumplimiento de las normas que por desidia no han sido tenidas en cuenta hasta ahora, pero todo lo sucedido debe servirnos como experiencia para que de forma paulatina se vayan implantado, como se ha conseguido en el cumplimiento del Código Técnico de la Construcción en Viviendas, con la inestimable colaboración de los Colegios de Arquitectos en el visado de los proyectos.
Mientras tanto, y por el momento, desde las patronales del sector de la climatización se pondrán todos los medios necesarios para facilitar a los responsables de los locales, que voluntariamente acepten, un “chequeo” de sus instalaciones y su correspondiente certificado de aptitud climática. Todo ello, además de mascarilla y distancia social, evitar los locales cerrados, y si están provistos de detectores de CO2 tener previstas las medidas de ventilación que deben de ponerse en marcha cuando la concentración llegue a 800 ppm, o en todo caso la de evacuación si se superan las 1.000 ppm. Y una vez vencido el COVID, lo que más pronto que tarde sucederá, no podremos olvidarnos de mantener por higiene sanitaria las medidas sobre calidad del aire que nunca se debieron de ignorar.
Juan Antonio Peña Torres Expresidente de la Asociación Provincial de Instaladores de Calefacción, Climatización, Fontanería , Gas y Afines de Sevilla (integrada en FEDEME). Tesorero de la Confederación Nacional de Instaladores (CNI). |
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