Una de las singularidades más destacables en el desarrollo e implantación del vehículo eléctrico es la incorporación a un sector como el de la automoción de actores que jamás habían pensado que las palabras “vehículo” y “eléctrico” podían acabar estando juntas como concepto de negocio y mercado y que ellos mismos se verían directamente involucrados en su desarrollo.
Uno de esos nuevos actores que conforman el elenco de la electromovilidad son los instaladores eléctricos, que están llamados a ejecutar la instalación de las infraestructuras necesarias, tanto de puntos de recarga en sus diferentes tipologías y aplicaciones, como de las conexiones eléctricas del futuro que conformarán el escenario de lo que se denomina Smart Grids o redes inteligentes.
La industria de bienes de equipo eléctricos, entre ellos los sistemas de carga, será la encargada de dotar de la infraestructura necesaria al mercado de la electromovilidad.
Para ello, España cuenta con una importante representación de empresas y centros tecnológicos, asociados a Aedive (Asociación Empresarial para el Desarrollo y el Impulso del Vehículo Eléctrico), que se convierten en facilitadores tecnológicos que a través de la investigación e innovación, el diseño, la fabricación y distribución de puntos de recarga aportan soluciones eficientes para optimizar la labor de los instaladores, quienes a su vez asumirán el rol de validadores de la tecnología y competitividad de los equipos suministrados.
La seguridad es un factor crítico que preocupa a todos los implicados en la implantación exitosa del vehículo eléctrico ya que los usuarios finales, esto es, quienes tienen la palabra decisiva sobre la viabilidad de este mercado y que en su mayoría no estarán familiarizados con los riesgos de la energía eléctrica, serán los encargados de manipular elementos vinculados a la recarga como tomas de corriente.
Por otro lado, igualmente crítico es que el funcionamiento de los puntos de recarga sea adecuado, eficiente y real, esto es, que funcionen correctamente, favoreciendo así la certidumbre del usuario y evitándole, cuando quiere recargar su vehículo, la frustración de haber accedido a un punto de recarga que no le da servicio y la ansiedad por tener que dirigirse a otro surtidor y desconocer si funcionará o también estará inoperativo.
Resulta esencial que las instalaciones de los puntos de recarga se hagan con las máximas garantías de seguridad y eficiencia, ya que se maneja una potencia de alimentación considerable y en este sentido, el instalador eléctrico se convierte en garante de la confianza que los usuarios van a depositar en este tipo de infraestructuras.
En consecuencia, resulta evidente que el vehículo eléctrico está llamado a generar negocio entre los instaladores eléctricos y su papel va a estar muy definido en base a la nueva normativa como el Real Decreto 1053/2014 que introduce la ITC BT52, instrucción por la que se establecen los esquemas y las condiciones técnicas básicas para la recarga efectiva y segura de los vehículos eléctricos.
La eficiencia energética es la gran oportunidad de negocio en España para los instaladores eléctricos y de telecomunicaciones, tal y como señalaba en un foro recientemente Francisco Paramio, presidente de Fenie, quien aludía dentro de este concepto a la proyección y perspectivas de desarrollo de las redes eléctricas inteligentes.
Y eso es, precisamente, la movilidad eléctrica, donde las infraestructuras de recarga habrán de vincularse necesariamente al desarrollo de una red dotada de inteligencia para lograr que el vehículo eléctrico cumpla de forma eficiente con el verdadero objetivo que está llamado a alcanzar: promover el equilibrio y aplanamiento en la curva de demanda energética y potenciar el aprovechamiento de las energías renovables dentro del mix energético en nuestro país.
Arturo Pérez de Lucía
Director gerente de la Asociación Empresarial para el Desarrollo y el Impulso del Vehículo Eléctrico, Aedive
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